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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Bilbao-Nueva York-Bilbao


Esta novela recibió el Premio Nacional de Literatura 2009 y se considera un fenómeno literario, entre otras cosas, por la originalidad de su estructura.

Y aquí estoy yo, dispuesta a comentarla desde mi blog. Pero como ya me ha sucedido con otras novelas más o menos laureadas, no me dejaré impresionar por premios ni por opiniones ajenas. Yo, desde mi blog, ejerzo la tiranía del lector, la que espero también de aquellos (no muchos, ya me gustaría que fueran más) que me leen.

Y lo primero que tengo que decir es que no sé si me ha gustado o no. Sí, así de ambiguo. La leí casi de un tirón. Eso parece bueno. Disfruté con todas y cada una de las historias que contiene. Eso también. Pero, cuando terminé tuve la sensación de que me faltaba algo y esa sensación no me ha abandonado desde entonces. Eso ya no parece tan bueno. ¿O sí? Quizá necesite una segunda lectura. Y estoy segura de que, algunas de las historias, la van a tener. Una segunda o incluso una tercera lectura.

Porque ése para mí es el problema: son una serie de relatos agrupados – muy buenos todos ellos - con un hilo conductor, desde mi punto de vista, demasiado fino, que no engarza realmente. Cuando terminé la novela y cerré el libro, sentía que tenía ganas de más, pero también me preguntaba, ¿qué me ha querido contar? Y sí, leyendo otras críticas (tanto de expertos como de otros lectores) sale aquello de la historia familiar, de la autobiografía y la vida del mar. Pero para mí es sólo un pretexto, como lo es el viaje en avión. Un pretexto del autor para hacernos creer que nos ofrece una novela, cuando lo que nos está brindando es un puñado de cuentos propios y ajenos que nos llevan de un sitio a otro, de un tiempo a otro, a través de las emociones que nos van despertado.

Por eso estoy de acuerdo con la opinión generalizada de la crítica: el valor de este libro está en su estructura. En la originalidad de presentarnos una recopilación de relatos como una novela y hacer que nos lo creamos, que sintamos que de verdad Uribe quiere contarnos la historia de su familia, cuando lo que ha hecho es traernos y llevarnos por tiempos y lugares sin haber salido del avión que le lleva a Nueva York, habiendo regresado una y otra vez a Ondarroa. Porque, a pesar de ser una novela pretendidamente local (como he dicho tiene tintes autobiográficos) es, sin embargo, tremendamente universal.

Ese hallazgo de Uribe me da ánimos y me ofrece una vía para explorar. Como ya he dicho en este blog yo me considero más una escritora de relatos cortos que de novelas. Y cuando escribo, lo hago así, enlazando un relato con otro e intentando que todos ellos se enmarquen dentro de la trama general. A veces realmente me cuesta. Y me da la sensación de que a Uribe no le ha importado tanto como a mí conseguir la imagen de unidad, la sensación de que todas las historias convergen en una. Porque, de hecho, sólo convergen en la suya, en su historia familiar, que es la que dice que nos quiere contar. Quizá deba esforzarme más en cada uno de los relatos y menos en la trama general.

Y, por último, desde un punto de vista personal, no puedo dejar de señalar esas coincidencias que me han ido conmoviendo durante la lectura: la referencia al nombre de Antigua y a la patrona, la Virgen de la Antigua, que aquellos que hayáis leído “Ni patria ni tribu” entenderéis perfectamente. Punta Galea y Lekeitio que me hablaban de Patricia…

En definitiva, un libro distinto. Y sí, lo recomiendo.

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