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Demasiados demasiados

Cuando encontró ese trabajo, acababa de terminar sus estudios. Era joven y estaba muy bien preparado. Podía conseguir cualquier cosa.

Al poco  tiempo, se presentó a un proceso de selección para un ascenso. No fue elegido. “Demasiado joven”, le dijeron, “no tienes la experiencia que requiere este puesto”.

Y, decidido a adquirirla lo antes posible, se empeñó en aprender, seguro en sus capacidades.

Poco tiempo después hubo una nueva oportunidad. Y se presentó. No fue elegido. “Demasiado cercano”, le dijeron, “tu aspecto, la forma de comportante, no son los que se esperan en un puesto como este. Tienes que aportar más seriedad”

Y cambió sus hábitos, incluso su ropa, aparentando una distancia que no encajaba con su carácter.

Años más tarde, volvió a optar a otra vacante. No fue elegido. “Demasiado inteligente”, le dijo, esta vez, una compañera que le quería bien. Ahí se sorprendió y no pudo evitar preguntar “pero, ¿cómo se puede ser demasiado inteligente para algo?” “Muy sencillo”, le respondió, “asustas, supones un peligro, les recuerdas a los demás sus carencias. Si sabes más que ellos puedes llegar a ser un rival temible”.

Y aprendió a disimular, a intentar que los otros, sobre todo sus jefes, pensasen que eran ellos los que llegaban a las conclusiones brillantes por sí mismos y no inducidos por él. Aprendió a callar, a no analizar, a cumplir lo que se le decía.

Mucho tiempo después volvió a tener la oportunidad de un ascenso. Ya no era joven, había aprendido a marcar distancias y conseguía disimular sus capacidades con una dosis de servilismo. Como había visto hacer a los demás. Pensó que esa era, por fin, su oportunidad. Pero tampoco le eligieron. Cuando preguntó por qué, le dijeron que buscaban a alguien más joven, con una imagen más fresca, más llano, que aportase ideas nuevas, con capacidad para cuestionarse las cosas.

Mientras volvía a su puesto de trabajo, pensando que su vida estaba llena de demasiados, que ahora era demasiado viejo, demasiado distante, demasiado tonto, demasiado.... demasiado, vio pasar a un joven, casi una niño, a su lado. Le recordó a él mismo cuando llegó a la empresa, seguro en sus capacidades, dispuesto a comerse el mundo. Un compañero le dio un codazo y le dijo: “es él, el nuevo, el que han elegido para el puesto”.