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jueves, 22 de diciembre de 2011

La noche del tamarindo

Como ya anuncié en su día, voy a comentar "La noche del tamarindo", de Antonio Gómez Rufo. Aunque siempre que hablo de un libro lo hago desde mi punto de vista, en esta ocasión creo que mi visión va a ser la más personal de todas las que han orientado mis reseñas.

Cuando el lector se enfrenta a un libro, sus vivencias, sus emociones, actúan como un tamiz por el que pasa la trama para salir convertida en otra distinta a la que en su día ideó el escritor. Y en mi caso, el tamiz contenía quizá más de lo debido.

No sabría decir si el libro me ha gustado o no. Es cierto que no lo he devorado, quitándome horas de sueño, como me ha ocurrido con otros. También que en algunos momentos, la historia me ha parecido inverosímil, en muchos otros, lejana. Pero, ¡ay!, aquéllos en los que me ha tocado, lo ha hecho de verdad. Y no sabría decir si por la calidad del libro o por mi disposición. Me explico: el argumento principal gira en torno a una muerte y al deseo de la vida eterna. Esa muerte se produce por una enfermedad que el protagonista, a pesar de todo su dinero, no logra evitar a una persona querida.

Todos tenemos alguien cercano que sufre o ha sufrido una enfermedad de la que no le hemos podido librar y muchas veces es difícil no encontrarte con tu situación, con tu problema, en cada paso que das (Ya se sabe, cuando estás embarazada parece que el número de embarazadas a tu alrededor se multiplica). Pero en este caso, el ejemplar del libro que he leído no era mío. Y estaba dedicado por el autor. Estaba dedicado a una mujer que falleció hace poco más de una año, algo después de comprarlo, sin que los esfuerzos de sus seres queridos pudieran hacer nada para evitarlo. Y a pesar de no ser yo una de las personas más cercanas a ella, sí lo soy de aquél que más lucho por darle, sino la vida eterna que persigue el protagonista de la novela, sí algo más de tiempo.

Por eso no puedo ser objetiva con el libro. Ni perderme en si el autor utiliza un lenguaje demasiado poético unas veces y muy casual otras, dando poca cohesión al estilo de la novela. No puedo criticarla (en el sentido más amplio de la palabra), porque me ha conmovido profundamente. Pero, al fin y al cabo, ¿no es de eso de lo que trata la literatura?, ¿de despertar sentimientos y emociones que reposan en nosotros y unirlos a los que el autor imaginó para crear algo nuevo?

Como digo, ésta es la más personal de mis reseñas. Va por ti, hermano.

1 comentario:

  1. No he sabido aguantar y he leído tu comentario sobre el libro. Si siempre emocionan tus palabras, imagínate ahora mismo. Sólo puedo decir que cuando leí el libro, en plena enfermedad de Coral, agradecí el tono casí de ciencia ficción en el que va entrando el argumento poco a poco; así no veía tan claramente reflejados en la novela mis tristes sentimientos. Me pasa como a tí: La novela me llega tanto personalmente, que no sé si me gusta, porque no tengo objetividad para juzgarla. No recuerdo lo que dice la dedicatoria del autor, pero parece premonitorio que sin conocer al autor ni al libro, nos diera a Coral y a mí por comprarlo en aquella feria del libro.
    Gracias Pepa.

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