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domingo, 8 de septiembre de 2013

Las dos hermanas y Diana


Hoy voy a publicar un cuento infantil. Un cuento que les escribí a mis hijas hace muchos años. En concreto, nueve años, en septiembre de 2004.
 
Se lo escribí a mano y les hice unos dibujos para ilustrarlo. Les gustaba tanto y lo leían tantas veces, que pronto tuve que hacer una fotocopia. Y después, temiendo que se perdiese, lo pasé al ordenador.
 
Y no me equivoqué. Hoy, cuando he ido a rescatarlo del ordenador para publicarlo en el blog, no he encontrado ninguna de las dos copias en papel. Y por poco no encuentro la copia del ordenador, porque está en el antiguo, en ése que ya casi no utilizamos y que no sé cómo no hemos tirado.
 
Pero, por suerte, he llegado a tiempo. Y aquí está es cuento que escribí para mis hijas, para ayudarlas a entender una pérdida. Una de sus primeras pérdidas: la de Diana, la persona que las cuidaba, que encontró un trabajo mejor. Hemos seguido manteniendo contacto con ella, no fue una despedida traumática, pero aún así, a mis hijas -niñas entonces, adolescentes ahora - les costaba entenderlo. Por eso me inventé una historia basada en sus conversaciones y se la regalé. Y ahora la comparto con vosotros.
 
"Había una vez dos niñas que eran hermanas. Se llamaban Patricia y Celia. Patricia era la mayor, tenía el pelo rubio y le gustaban mucho los dibujos, los cuentos y las pelis. Iba a empezar primero de primaria y estaba un poco nerviosa por eso.

 

         Celia era la pequeña. Tenía el pelo moreno y al reir se le formaban dos hoyitos en las mejillas, como a su mamá. Le gustaban mucho los puzzles, los cuentos y los animales.

 

         Las dos hermanas iban al mismo cole y tenían una cuidadora que se llamaba Diana.

 

         Diana llevaba mucho tiempo cuidándolas. De hecho, ellas no eran capaces de recordar a ninguna otra cuidadora. Sabían que había habido otras, incluso habían visto las fotos, pero por más que lo pensaban, las dos hermanas sólo recordaban a Diana.

 

         Diana era joven y muy guapa. Tenía el pelo largo y negro, y en su voz tranquila sonaba la brisa del otro lado del Atlántico, de su casa. Porque Diana, que vivía en Madrid, como las dos hermanas, había nacido muy, muy lejos, en un sitio en el que crecían plantas de nombres extraños, y al que se tardaba casi un día en llegar en avión.

 

         Diana les contaba a veces a las dos hermanas cosas de su país, y de Claudia, la hermana que dejó allí, de lo que ella hacía cuando era pequeña y de lo que tenía pensado para cuando volviera.

 

         Las dos hermanas querían mucho a Diana. Jugaban juntas, la ayudaban en lo que podían, y a veces, también aceptaban sus regañinas cuando se portaban mal.

 

         Un día, mientras merendaban, Diana y sus papás hablaban de algo. Las dos hermanas no sabían de qué, pero en seguida adivinaron que era algo triste, por las caras de los mayores.

 

         Patricia preguntó:

 

-        -   ¿Qué pasa?, ¿de qué habláis?

-         - No pasa nada cariño. Anda, acábate el Cola-Cao.- dijo su madre.

 

Patricia se quedó pensando: “Aquí pasa algo, y no nos lo quieren decir”.

-          Celia – le dijo a su hermana muy bajito y al oído – creo que papá, mamá y Diana tienen un secreto.

-          ¿Un secreto?- preguntó Celia.

-          Sí – dijo Patricia – no sé lo que es, pero es algo de Diana.-

-          ¡Ah!, ya sé – dijo Celia. Yo les he oído decir que Diana se va.-

 
-          ¿Qué?, ¿qué Diana se va? ¡Qué dices Celia!-

 -          Sí, sí, sí, que yo lo he oído.-

 

Patricia se quedó muy seria. Esto era más grave de lo que ella había imaginado. Diana se iba, se iba. Era una tragedia. Pero, ¿adónde?, y sobre todo, ¿por qué?. De pronto tuvo una idea:

 

-          Celia –

-          ¿Qué?

-          Ya sé por qué se va Diana.-

-          ¿Por qué?

-          Porque Diana es una princesa.

-          ¿Una princesa?

-          Sí. ¿No te has dado cuenta?. Con ese pelo largo, y tan guapa. Diana es una princesa, y tiene que volver a su país, que está muy, muy lejos, cruzando el mar grande, para casarse con el príncipe.

-          ¿Con el príncipe?, ¿qué príncipe?.- dijo Celia.

-          Y yo qué sé. Eso da igual.- dijo Patricia – Será un príncipe de su país.

 

Y así, las dos hermanas, fueron contándose poco a poco la historia de la princesa Diana, que había huído de las lejanas tierras de más allá del gran mar, con sus padres y sus hermanos, porque un hada madrina con muy mala intención había hecho un embrujo.

 

El embrujo consistía en que Diana, sus padres los Reyes y sus hermanos no podían volver a su país hasta que Diana cumpliese veinticinco años, edad en la que regresaría para casarse con el príncipe que le estaba destinado. Mientras tanto, el hada, convertida en bruja, retenía a su hermana, y tenía a su pueblo de guerra en guerra, luchando continuamente sin saber muy bien por qué.

 

         Diana la princesa, y sus padres los Reyes tenían el encargo de buscar, en el país donde vivían las dos hermanas, , ayuda para su pueblo y refugio para ellos. Y en este país estaban esperando a que Diana cumpliese veinticinco años, momento en el que debían regresar a su lejana tierra, con el fin de romper el hechizo, casarse con el príncipe, y liberar a su gente del triste destino que les había impuesto la bruja.

 

Así, con esa maravillosa historia, más maravillosa que el más maravilloso de los cuentos, las dos hermanas veían día a día a Diana, su princesa, y se imaginaban historias de batallas en las que un príncipe guapísimo luchaba y luchaba sin cesar, con la esperanza de que su bella princesa acudiera a liberarle a él y a su pueblo.

 

Además, seguras de haber descubierto un gran secreto, Patricia y Celia no se lo contaron a nadie.

 

Un día su papá les dijo:

 

-          Patri, Celia, os tenemos que contar una cosa. Como sabéis, Diana está estudiando en su cole. Después del verano, cuando vuelva a su cole va a tener que estar allí muchas horas, y no va a tener tiempo para venir a nuestra casa. Por eso, va a dejar de cuidaros, y vendrá otra persona que estará con vosotras.-

 

Las dos hermanas se miraron y sonrieron. Sí, sí, a ellas con eso ... O sea que no les querían contar la verdad. Seguramente es que eso de princesa no se cuenta así como así. Pero ellas lo habían adivinado.

 

-          ¿Y dónde vas, Diana?.- preguntó Celia.

-          Voy a ayudar a los médicos a curar a la gente.

 

¡Ah!, así es que era eso. Claro, claro, ayudaba a los médicos a curar a la gente, a la gente de su país, al que tenía que volver para romper el hechizo.

 

-          ¿Y vendrás algún día a vernos?.- preguntó Celia.

-          ¿Cómo va a venir? Si está muy, muy lejos y tiene que cruzar el gran, gran mar.- dijo Patricia.

-          No, Patri. No voy a ir tan lejos. Estaré en mi casa, con mis papás y mis hermanos, y seguro que algún día puedo venir.

-          Pero, pero si tú dijiste que tu país estaba muy lejos....-

-          Sí, pero yo no me voy a mi país.-

-          Sí, ¡ja!.-

 

Y Patricia, convencida de que su historia era cierta, se fue enfadada a su cuarto. Al rato, llegó Celia.

 

-          Patri, yo creo que Diana no es una princesa, y que va a ayudar a los médicos.

-          Pues yo no. Yo creo que no puede contarnos la verdad porque la bruja se enfadaría.-

 

Y así, entre la historia de Diana enfermera y la historia de Diana princesa pasaron los días. Y llegó Virginia, la nueva cuidadora, que era rubia, y mamá, y tenía también una suave forma de hablar que traía el susurro de su tierra a través del gran, gran mar. Y llegó el día de la marcha de Diana. Patricia y Celia la besaron con abrazo y le dieron un regalo que había comprado mamá. Ella también había comprado regalos para las niñas. Todos se pusieron un poco tristes. Diana les volvió a contar que se iba a ayudar a los médicos. Las dos hermanas ya no sabían qué pensar. Pero, de pronto, cuando ya estaba en la puerta, Diana se giró para despedirse y, al mirarla, Patricia y Celia pudieron ver la sombra de una corona.

 

Las dos hermanas se miraron, sonrieron y dijeron: “Es princesa”.

 

Y más contentas, volvieron a besar a Diana, que se iba a cumplir con su destino, salvando a su hermana y a su pueblo, y se fueron a jugar con Virginia a las máscaras.

 

2 comentarios:

  1. Con ilusión, imaginación y alegría, así se las ve a las protagonistas de este cuento. Recuerdos que me hacen viajar 9 años y ver unas casi "bebés"

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  2. ¡Qué bonito! Me enternece, además del cuento, el ver como los padres hacen todo lo posible por la felicidad de sus hijos. Y me da una idea para cuando pase yo por alguna situación parecida. Gracias por ello.
    Virginia

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