Es la segunda de las novelas de Almudena Grandes que componen la serie de "Episodios de una guerra interminable". La primera fue "Inés y la alegría" y la buena noticia es que ambas pueden leerse de manera independiente. A mí no me importa, porque, como soy fiel seguidora de Almudena las pienso leer todas, pero para el resto puede ser interesante conocer este detalle.
Como anticipé, la novela me ha gustado. Más que "Inés y la alegría". Menos que "El corazón helado". En comparación con la primera (Inés...), me gusta más el estilo de "El lector..." Creo que el experimento de la anterior, mezclando la narración con la Historia (con mayúsculas, como decía la propia autora) le restaba agilidad y frescura a la novela. Además, el final me pareció rápido y no demasiado bien resuelto, en comparación con el resto de la novela. Eso no sucede con "El lector..." En este libro, Almudena vuelve a su estilo, a ése tan cercano, que conocimos en "El corazón helado" y antes en "Malena es un nombre de tango".
Es difícil no sentirse Nino, el niño protagonista, aunque no tengamos en común con él ni la edad, ni el género, ni las vivencias. Pero, si "El corazón helado" es, para mí, una obra redonda, "El lector de Julio Verne" se presenta, bajo mi punto de vista, como una obrita. Y no sólo por la extensión, sino también porque la historia que cuenta está más concentrada, se retroalimenta de personajes y situaciones que van creciendo alrededor de la vida en ese pueblo de la España de 1947, que llega a ser el nuestro, sin que nunca hayamos estado en Jaén, ni seamos hijos de Guardia Civil; sin que sepamos más de la postguerra que lo que nos contaron nuestros padres y abuelos -¡tan poco!- y lo que hemos ido leyendo.
Y así, con Nino, llegamos también a admirar a Pepe el portugués, con ese aire de misterio, de aventurero legendario, que acabará encajando también, como el resto de piezas, en el puzzle de la realidad que Nino va poco a poco componiendo. Sentimos el mismo cariño y la misma pena que el niño siente hacia su padre, Guardia Civil por obligación, que hace cosas de las que se querría olvidar, por temor a ser él o su familia los que un día estén del otro lado. Vemos el cortijo de "las rubias" y a doña Elena, la maestra represaliada, como el oasis donde se conserva la historia que nadie quiere contarle a Nino. Y sobre todo, como él, queremos que Cencerro se libre, que se libre siempre, y pueda seguir teniendo en jaque a todas las autoridades de la zona, aunque ello signifique disgustos y sinsabores para el padre de Nino.
Una novela quizá menos ambiciosa, pero muy bien resuelta que, a través de los ojos de un niño, nos brinda la visión parcial, mal adivinada, casi nunca contada, que una generación entera tuvo de su propio pasado, envuelto en miedo y silencio y que, en muchos casos, no fue capaz de trasmitir correctamente a la siguiente generación. Porque hubo muchos Ninos. Y porque no hubo tantas doñas Elenas o tantos Pepes el portugués. Por eso necesitamos que, aunque a algunos les canse, siga habiendo escritores como Almudena Grandes que nos regalen la historia que no nos contaron y que, algunos, siguen sin querer aprender.
Me queda poco para terminar la novela y suscribo todo lo que dices. Me gusta el libro, me gusta lo que me cuentan que nunca nos cuentan, me gusta como enlaza historias dentro de la historia de cada personaje. La posguerra es un período poco comentado y hay mucho que contar para que se sepa como vivían los "apestados". Me está gustando más que Inés y la alegría, y como tú, menos que El corazón helado.
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