Ésta es la segunda novela que leo
de Antonio Gómez Rufo. La primera fue “La noche del tamarindo” de la que ya
hablé aquí. Aunque, como dije en su momento, no puedo ser imparcial con “La
noche del tamarindo”, ya que me recuerda muchas vivencias personales, veo en
ambas novelas – tan distintas – un denominador común, que no es otro que la
documentación. Son, las dos, novelas que requieren conocimientos específicos,
una en medicina y la otra en historia, por lo que, la aparente facilidad de su
lectura esconde, sin duda, un gran trabajo de investigación.
Tuve la oportunidad de hablar con
Antonio en la última edición de la Feria del Libro de Madrid, donde compré esta
novela que ahora comento, y me confirmó esa impresión. A él (como a mí) le
atrae el estudio previo que requiere la escritura de un libro bien documentado.
Esa mezcla de aprendizaje y transformación, de juego con una realidad cierta,
que no puedes cambiar, pero que te acompaña en la creación de tu propia
historia, encorsetándote y abriéndote, al mismo tiempo, nuevas perspectivas.
La novela está ambientada en el
siglo XIII, y narra los misteriosos asesinatos ocurridos en el primer convento
femenino del reino, situado en los Pirineos. Hasta allí, para darles solución,
ya que las novicias fallecidas pertenecen a las principales familias de la
comarca, llega el propio rey don Jaime I. La novela no trata de negar su deuda
con “El nombre de la rosa”. Como ella, es de fácil lectura. Los acontecimientos
se suceden vertiginosamente y, en sólo cuatro días, el misterio queda resuelto.
Me han gustado sus personajes
femeninos, tan diversos. Esa monja-detective que se me antoja, sin embargo,
difícil de encajar en plena Edad Media, quizá porque la época (como le pasa a
gran parte de mis contemporáneos) me es bastante desconocida. La reina Leonor,
que sufre el desamor con emociones atemporales y es esclava de su destino. Sus
damas, pendientes de ocupar un tiempo vacío que parece imposible de llenar, aún
contando con la ayuda de las horas de los rezos. Y las monjas, las del
convento, con un secreto muy poco espiritual que ampara unas ambiciones más
bien mundanas. Y todo ello se acabará descubriendo… de la mano de Constanza y
el rey.
Me ha gustado también la trama
política de la que habla el autor. Las luchas entre los nobles de Aragón y los
de Cataluña. Ese guiño a la situación actual…
Los nacionalismos. Problemas viejos que intentamos adornar con
aspiraciones pretendidamente nuevas.
En definitiva, una novela amena,
que bebe de dos tradiciones narrativas, la histórica y la de detectives, sin
llegar a enmarcarse totalmente en ninguna de ellas. Si te gusta la historia,
pero no te ves capaz de leerte un libro demasiado contundente estas vacaciones,
te recomiendo “La abadía de los crímenes”. Y si te gusta el género de
detectives y además quieres quedar bien, mostrando unos conocimientos
históricos sobre la Corona de Aragón en el siglo XIII, también.
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